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Trabajo y felicidad


Hace poco descubrí un libro precioso en la biblioteca de mi colegio. Se trata del libro «El elemento» de Sir Ken Robinson.
No pretendo reseñarlo aunque sí aprovecho esta tribuna para comentarlo y recomendarlo.
Podría decir que este texto es una invitación a evaluar si somos felices y hacemos felices a los demás con nuestro trabajo ya que relaciona las variables profesión, talentos y felicidad.
Con la ayuda de innumerables ejemplos de personas destacadas, el autor nos reta a considerar si hemos hallado y apreciado nuestro «elemento», es decir, los propios talentos y si les estamos sacando todo el provecho que se puede, ya que cuando los descubrimos y aprovechamos las cosas se vuelven más fáciles y nuestra creatividad se dispara: como cada persona es única, ellos nos permiten hacer la diferencia dondequiera que estemos y su crecimiento parece no parar nunca.
En estas líneas se nos invita a pensar de forma diferente ya que a diferencia de los prejuicios o estereotipos vigentes, más que carreras de futuro, hay hombres de futuro. De ahí que para elegir la profesión y el empleo haya que tener en cuenta el conocimiento de los propios talentos.
Poco a poco, Robinson desvela ante el lector los entresijos de esta manera de enfocar la vida y el trabajo. Va desde el cambio de mentalidad hasta la necesidad de encontrarse con otros como uno, con talentos e intereses similares («la tribu»). De fondo, reitera la importancia de conocerse a uno mismo para identificar en qué somos buenos y tener la valentía de hacer las cosas con esperanza en que nuestro talento puede llevarnos lejos.
De paso, y muy a su estilo, hace una crítica a la versión impersonal de los sistemas educativos vigentes que, al masificar a sus estudiantes no ayudan al autoconocimiento de los talentos y acaban ahogándolos con multitud de cosas políticamente correctas.

Gigantes de acero (Real Steel)


Viendo la película tan bien protagonizada por Hugh Jackman, pienso que la trama tiene por fondo la historia de dos personas (Charlie y Max) cuyas vidas se ven confrontadas por una oportunidad de ser mejores que como son y superar los errores del pasado.

Pienso que esta situación es frecuente en la vida: la toma de decisiones. Algunas decisiones nos hacen peores y eso está muy bien representado en la puesta en escena de un Charlie «acabado» y mediocre pero que antes fue una estrella; sin embargo, nuestra vida sigue su dinamismo y por ello el protagonista es confrontado por la novedad más radical que puede haber (Hannah Arendt comentando a San Agustín): un hijo (Max), que está comenzando a tomar sus decisiones.

Fruto de esta coyuntura y de las bellas personas que les rodean tanto a Charlie como a Max, ambos deberán tener valentía y llegar mucho más lejos que donde estaban al comienzo. Mientras se realiza este avance y en la medida en que Charlie lo asume, se le nota como más feliz, más seguro, más firme, más padre para su hijo.

Me pregunto si a pesar de la rutina de la vida cotidiana, logramos detectar las oportunidades que se presentan para ir más allá de donde nos encontramos, para ser mejores que como somos y ser más felices.

Parte de la vida humana se juega en ello, me parece.